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La República Dominicana está de luto

Por Daniel Nova

La tragedia ha dejado una estela de devastación creciente. A las pocas decenas de víctimas confirmadas inicialmente, el amanecer y la escalada del horror sumaron un número cada vez mayor de pérdidas, sembrando confusión y dolor. Lo traumático se arraigaba y persistiría. Los anuncios sucesivos solo profundizaban la herida en familias, allegados, amigos y compatriotas.

El anhelo de disfrute coincidió con un movimiento tan violento que arrebató numerosas vidas, todas de igual valor humano, algunas más cercanas por los lazos sociales. Octavio Dotel, a quien la vida aún le debía tiempo para su familia, y Martín Polanco, figura clave del diseño nacional, vieron sus existencias truncadas.

A pesar de la incredulidad inicial y la resistencia a aceptar la pérdida, finalmente se silenció también la voz cimera del merengue, Rubby Pérez, convocado para ser el alma de la noche, el artista que, con maestría, sabía cómo encender la alegría. Con Rubby, muchas otras personas notables, influyentes y queridas se fueron, y por todos lloramos con la intensidad de la cercanía.

Hoy, el país entero viste el luto que sentimos en lo más profundo.

Cientos más quedaron heridos, con cicatrices físicas y emocionales imborrables, marcados para siempre por esta experiencia traumática. Santo Domingo amaneció sumido en el luto, con una nación entera llorando a sus hijos. La tristeza y la conmoción trascendieron los muros de Jet Set, uniendo a los dominicanos en un sentimiento compartido de dolor.

La fragilidad de la existencia se revela cruelmente, y el drama de la muerte, una vez más, siega vidas sin piedad.

Aún faltan horas, días y muchas lágrimas por derramar. Llorémos juntos, honremos a los más afectados, oremos y seamos compasivos. Al final, la República Dominicana está de luto.

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